La publicación, sin consentimiento, de imágenes íntimas de una pareja o expareja femenina por parte hombres de todas las edades e incluso adolescentes es una práctica que se ha disparado en los últimos tiempos. La cultura machista, que está en el fondo de este tipo de violencia contra las mujeres, adopta incluso el eufemismo “pornovenganza” o “porno vengativo” para identificar este delito.  

Que un chico adolescente o joven tenga imágenes íntimas (fotografías o incluso vídeo) de su pareja es algo cada vez más frecuente. El origen de esas imágenes puede ser diverso: ella se las puede haber enviado, él las ha podido grabar con o sin consentimiento o conocimiento de ella… Es cierto que el joven puede también estar presente en esas imágenes si, por ejemplo, se grabaron teniendo relaciones sexuales, pero su identidad es fácilmente eliminable (cortando secuencias o tapando los rasgos que le identifican). Una situación también frecuente es que, al margen de que las haya podido usar para condicionar la voluntad de su protagonista femenina mediante sextorsión y la amenaza de darlas a conocer, sean finalmente publicadas en determinados lugares o puestas en circulación de forma deliberada para hacer daño a su, por lo general, ya expareja, en una acción delictiva llamada popularmente porno venganza.

Es violencia sexual contra las mujeres.

En primer lugar, se trata de un delito contra el derecho al honor, la intimidad y la propia imagen. Gracias a la reforma del Código Penal en 2015, este tipo penal es más fácilmente perseguible porque separa claramente el consentimiento en la grabación del derecho al uso o distribución.

Al margen de esto hay una grave cuestión de fondo: la sociedad revictimiza a la adolescente, joven o mujer cuya privacidad e intimidad se ha vulnerado de manera tan grave. El libre ejercicio de la sexualidad no tiene la misma consideración para ellas que para ellos. Es por eso que, más allá de exponer su intimidad, lo que se pretende con esta acción es que ella sienta sobre sí el juicio moral de quien ven esas imágenes, alentado por los textos despèctivos que suelen acompañarlas.

Este tipo de casos por desgracia son comunes y existen testimonios que ayudan a conocer hasta qué punto esta práctica es dañina. Cuando la víctima afectada es alguien popular, el caso salta a los medios y su testimonio puede resultar de utilidad. Chrissy Chambers, estrella en Youtube y actualmente activista contra la “porno venganza” fue en 2011 la víctima de este delito por parte de su expareja. “Afectó mi vida en todas las formas imaginables. Tengo Trastorno de Estrés Postraumático, me volví alcohólica a los 23 años. Casi me muero. Tuve depresión, ansiedad, pánico nocturno…”, contó la cantante a la BBC. [1]

Prevención de la victimización por exposición de imágenes íntimas sin consentimiento

Sin duda, la lucha por la igualdad entre mujeres y hombres es un camino necesario para combatir esta lacra, en tanto que la desigualdad está detrás, también, de esta forma de victimización de las mujeres.

En línea con lo anterior, no cabe usar el eufemismo “porno venganza”, que tiende a legitimar esta acción. No se trata de material pornográfico porque no se produjo con la finalidad que sí se asume en la pornografía y que es la exhibición a terceros, con fines lucrativos o no. No es tampoco venganza (acción que muchas personas dan por buena en sí misma aplicando la Ley del Talión), porque no se puede interpretar como reacción a un desagravio equivalente previo. Llamemos a  las cosas por su nombre, se trata exposición de imágenes íntimas sin consentimiento.

En tercer lugar, y al margen de cuestiones legales y de derechos fundamentales que deben ser puestos en valor frente a los autores de estas acciones, es preciso sensibilizar al resto de la población que visiona, comenta o  comparte este tipo de imágenes. Sin un público que participa y señala no habría victimización. Es ésta la misión de la campaña lanzada por PantallasAmigas de la mano de UNODC y la Policía Local del Ayuntamiento de las Palmas de Gran Canaria  Si no eres tú, no puedes compartirlas

En definitiva, para pensar en ganar la batalla al “revenge porn” se precisa una sociedad igualitaria donde, además, la ciudadanía tome conciencia de la grave violación a la intimidad que supone  la difusión pública de imágenes de este tipo y se posicione en su contra de manea activa.

[1] http://www.elmostrador.cl/noticias/mundo/2018/01/19/la-pornovenganza-casi-me-mata/