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Jorge Flores, fundador y director de PantallasAmigas afirma que es importante que «a la hora de comprar el primer dispositivo, hay que valorar beneficios e inconvenientes»

– Alejandra González

Tener un uso seguro de las nuevas tecnologías y fomentar en la infancia y la adolescencia una utilización digital responsable de la ciudadanía digital. Ese el principal objetivo de PantallasAmigas, dirigido por Jorge Flores, una plataforma que pretende llegar, también, a docentes y familias. Gracias a su labor y a la acogida que tiene en su web –ya ha alcanzado los 100.000 suscriptores en Youtube–, ha recibido de estos últimos el botón de plata, algo que Flores agradece: «Esto significa que tiene sentido lo que hacemos».

¿Cómo se puede evitar la presencia de niños con menos de 11 años en redes sociales?

A esas edades tan pequeñas puede ser un entretenimiento adicional, una actitud que hagan por imitación, de los hermanos mayores, por ejemplo. También hay que tener en cuenta que la accesibilidad a las redes, a internet, está al alcance de todos. Hay muchas razones por las que acceden, pero como sociedad tenemos que impedirlo o dejarles utilizar las tecnologías conforme a los padres creen que deben hacerlo, no como los niños quieran.

¿Qué papel deben tener los padres?

Siempre aconsejo lo mismo: acompañar para conocer y para influir. Esto significa que también hay que aprender con ellos y de ellos. Que estén presentes hará que se vigilen posibles prácticas de riesgo o personas que, al otro lado, puedan estar queriendo causar daños. Lo que hay que pedirle a los padres es tiempo para dedicarle a ello y empeño en conocer las herramientas que se van a usar, que cada vez son más compartidas. Antes, los mayores no usaban redes sociales y si lo hacían, eran los menos. Ahora, tanto niños como adultos, ya las usan, es una forma de conocer mejor su mundo, utilizando elementos similares a ellos. Eso no significa espiar o compartir con ellos las redes, significa compartir tiempo desde el conocimiento para poder enseñar y aprender más.

¿Se podría establecer una edad para que un niño tenga su primer móvil?

Creo que la pregunta correcta sería: ¿cuándo están los padres preparados y dispuestos para acompañar de la debida manera? Lo primero significa que conozcan las tecnologías que hay y los riesgos que las acompañan; lo segundo, con el tiempo suficiente. Es lo mismo que preguntarse cuándo un niño va a saber esquiar. Dependerá de los conocimientos de sus padres y del tiempo que se le dedique a ello. Puesto que la autonomía con los móviles cada vez llega antes, creo que sí deben compartir momentos de pantalla pronto. Conociendo la realidad de la sociedad española, aunque es muy diversa, cómo enfocan los padres ese acompañamiento y cómo de rápido van cambiando los cosas, darles un móvil propio antes de los 12 años sería inadecuado. Tomando como referencia las medias de las familias.

Hay que sopesar, siempre, beneficios e inconvenientes, que las cosas no ocurran, sino que se pueda decidir. Los padres no se pueden excusar con la presión social o con la insistencia de los niños. Eso no pueden ser razones para que se tome esa decisión, donde se debe valorar qué me aporta y qué estoy arriesgando. Por ejemplo, cuando un padre decide colgar en internet una foto de su hijo, me planteo si la suben por el pequeño o por el progenitor, qué manejo se está haciendo de su privacidad… Les diría que, si quieren compartirlo con alguien, ¿no existen herramientas más privadas? Pues con un móvil es lo mismo, son situaciones donde hay que sopesar y ponerle empeño, porque va a exigir consecuencias.

¿Cree que los padres ceden ante la presión de sus hijos?

Esa no puede ser la razón, escudarse en que su hijo puede quedarse descolgado para comprarle, de forma precipitada y en ocasiones temeraria, un dispositivo, creo que no puede ser el razonamiento. Habrá otras maneras de tener en cuenta esos supuestos aislamientos. Siempre hay soluciones adecuadas, frente a la decisión de proveer algo de lo que no se está convencido. Es más fácil que los padres se escuden en razones externas. «Es que así ahorro o así lo tengo localizado», son razones que no son equiparables a los riesgos a los que se exponen. Parece que solo se habla de «lo que les pudiera pasar», pero hay que tener en cuenta de las responsabilidades que tenemos de «si ellos hacen…». Porque no tendrán responsabilidad penal, pero sí una civil a la que hay que hacer frente.

¿Llegará el día en el que no exista acoso escolar o sexting?

En ello se está trabajando. En el tema del ciberacoso, de las distintas formas que hay de hacer daño en internet, se está insistiendo en una cuestión clave: la empatía. Como median las pantallas, esa parte se pierde, la de ver que la persona está sufriendo. ¿Cómo se van a compadecer si no ven padecer? Es importante que detrás de reenviar una imagen o un vídeo, algo que cuesta poco hacerse, hay que pensar que una persona puede estar mal, la conozcamos o no. Después de eso, hay cuestiones de valores, de conductas fuera de la red, porque sigue habiendo violencia en todos los lugares. Es una enfermedad social. En internet, el objetivo principal es trabajar la empatía y que haya participación de los testigos. El principal problema surge por las imágenes íntimas, que alguien filtra y circula. ¿Por qué hacen daño? Porque alguien las ve y las reenvía. Hay que crear conciencia sobre las imágenes íntimas. Si eso fuese así, el hecho de que alguien publicara una fotografía para hacerme daño, no me causaría ninguno porque la gente no la va a circular. Es importante, por tanto, trabajar en la sociedad.

¿Debería haber una reeducación en los padres?

La preocupación de los padres se queda muchas veces en «que a mi hijo no le pase nada», que está bien, pero ese componente de corresponsabilidad digital falta en las familias. Solo se preocupan de que estén a salvo. Hay que inculcar ese concepto de ciudadanía también en la red y los valores en el entorno digital. Es difícil ponerse en el lugar de alguien, pero empezar a hacer énfasis en ello es importante.