Todo comenzó a comienzos del pasado mes de setiembre cuando unas fotos íntimas que la actriz estadounidense Scarlett Johansson se había hecho desnuda de espaldas a un espejo y que guardaba en su smartphone, fueron divulgadas por crackers. Pronto dichas imágenes y el peculiar plano en el que fueron sacadas fueron objeto de parodia y ridiculización: mucha gente incluso se fotografiaba desnuda en planos y poses semejantes y divulgaba en blogs y redes sociales dicha autofotografía, además de su envío por MMS a conocidos.

A día de hoy cientos de hombres y mujeres, algunos aparentemente menores de edad y bastantes de ellos españoles, envían estas imágenes de sexting (¿paródico o imitativo?) a un blog encargado de recopilarlas y las enlazan en Twitter bajo una hashtag específica.

Chicas adolescentes o señores entrados en años (además de muñecos, animales de compañía o imágenes retocadas infográficamente) repiten la ya famosa pose de Johansson, voluntariamente y sin necesidad de que ningún cracker se las robe, mostrándose desnudos de espaldas ante toda la Red. Este curioso fenómeno de imitación de celebridades y de exhibicionismo digital expone, no obstante, a sus autores a numerosos riesgos del sexting, entre ellos la humillación, el ciberacoso, el ciberbullying, la sextorsión, la explotación pornográfica… además de quedar marcados indeleblemente en la Red, con las repercusiones que para la reputación online tendrán estas imágenes para cada una de esas personas, quienes probablemente no piensen en ello cuando deciden hacer la gracia y unirse a esta arriesgada moda del scarlettjohanssoning o, en castellano, hacerse o sacarse un scarlett.

Fuente: Zwela Angola