A lo largo de los últimos dos años Snapchat se ha popularizado entre niños, niñas, adolescentes y jóvenes dada su preferencia por la comunicación instantánea de forma intuitiva y con pocos toques de pantalla. ¿Cómo puede una red social que no tiene ni “me gusta”, ni etiquetas, ni permite comentar las fotos convertirse en la red social más popular entre personas jóvenes?

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Hace más de tres años alertábamos de los peligros del sexting supuestamente seguro, mencionando el auge de herramientas como Snapchat que entonces se anunciaban como seguras al garantizar el borrado de las imágenes después de ser enviadas y vistas.

Nos pusimos manos a la obra y lanzamos también una animación para mostrar que no era posible borrar para siempre una imagen de sexting utilizando este tipo aplicaciones, ya que cuando una imagen aparece en una pantalla digital (portátil, smartphone, tablet…) es inevitable que pueda ser copiada o capturada. Una vez copiada, también es difícil controlar su distribución o saber dónde ha podido llegar, y por esa razón, la única opción que recomendábamos era la de no enviar ese tipo de imágenes.

Poco a poco, adolescentes y jóvenes aprendieron que aunque aparentemente las imágenes no queden almacenadas en el dispositivo al que se envía, esto no era garantía de que no pudieran ser publicadas o filtradas de alguna forma, y por eso Snapchat fue cambiando el enfoque y las funcionalidades de su herramienta para ofrecer otra experiencia que pudiera cautivar a esa audiencia joven que de forma transgresora había comenzado a apostar por su herramienta.

Carpe diem, quam minimum credula postero (“aprovecha el día, no confíes en el mañana”)

Después de tres años de cambios, Snapchat se ha convertido en una red social para narrar visualmente lo que hacemos durante el día, con una comunidad que comparte historias dentro de su grupo de amistades con la peculiaridad de que éstas tienen una duración de 24h y se cuentan a través de fotos o pequeños fragmentos de menos de 10 segundos. Una red social que además ofrece unas reglas para publicar más relajadas que las de sus grandes competidores; en Instagram, por ejemplo, se espera que la foto sea buena, que le apliques un buen filtro, y además te expone públicamente. Snapchat ofrece todo lo contrario: permite dejar de lado el postureo, sacar fotos más graciosas, aplicarle filtros gamberros y además ofrece ciertas garantías de que lo que pasa en Snapchat, se queda en Snapchat.

A la nueva generación de snapchatters les interesa vivir y compartir las experiencias de forma intensa, tal como lo venían haciendo en Facebook o Instragram, pero sin que nada quede registrado más allá del día en que esa vivencia tuvo sentido y contexto. Parte del éxito de Snapchat es precisamente eso que lo diferencia de otras grandes redes sociales: Snapchat ni almacena, ni indexa, ni cataloga los contenidos, algo que Facebook hace siempre, e Instagram hasta cierto punto. Es más, aunque queramos, las historias audiovisuales que contamos a través de Snapchat no se pueden guardar a no ser que sea con herramientas adicionales no oficiales, algunas de las cuales requieren hacer Jailbreak en iPhone o rootear el Android.

Con Snapchat se crean momentos que se viven en tiempo real, casi como si estuviéramos cara a cara con nuestro círculo cercano. Momentos que son importantes y tienen sentido solo durante ese día, pero irrelevantes una vez pasadas las 24 horas. Como las imágenes no se guardan ni se pueden recibir notificaciones de ellas en el futuro, las personas jóvenes valoran mucho formar parte de esa experiencia, de ese momento. Este éxito comienza a ser detectado en recientes investigaciones, como la llevada a cabo por la Universidad de Michigan que encontró que las interacciones a través de Snapchat eran las más cercanas a las experiencias cara a cara y ello lo convertía en la red social que hacía más felices a quienes lo utilizan.

Del “carpe diem” al ciberbullying

La frescura y espontaneidad de Snapchat ayudan a vivir momentos de forma participativa, involucrando a todas las partes. Sin embargo, esto puede proporcionar también una falsa sensación de seguridad que anima a realizar y compartir comportamientos de riesgo que pueden provocar que un pequeño desliz sea capturado y compartido de forma permanente por otras redes sociales, quienes normalmente no garantizan la volatilidad de este tipo de contenidos.

También es una herramienta que crea círculos de confianza muy cerrados, y por tanto puede y suele ser usado en algunos casos para excluir a algunas personas de la función de historia, impidiendo su participación en las conversaciones del momento.

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