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«No hay videojuegos que creen adicción, sino personas que se enganchan a ellos»

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Alejandra González – 13/06/2018

«Mi hija está en terapia por la adicción a los videojuegos, tras volverse retraída, agitada y perturbada por jugar casi diez horas al día, a veces hasta el amanecer. Llegó a orinarse encima para no tener que abandonar la pantalla». Es el testimonio que relata una madre al The Sunday People, donde reconoce que su hija de nueve años está en rehabilitación por volverse adicta al Fortnite, un juego que ya se han descargado más de 40 millones de usuarios.

Se trata de un formato en el que cien jugadores luchan entre sí hasta conseguir que uno se quede en pie. Expertos británicos, según cuenta el citado medio, temen que esta menor sea solo una de muchos niños en riesgo de desarrollar problemas de salud mental como resultado de la sobreexposición a los escenarios de lucha contra la muerte.

En concreto, esta pequeña reconoció haberse levantado, en secreto, durante la noche y estar jugando hasta el amanecer, no ir al baño por no poder dejar la pantalla o golpear a su padre en la cara cuando trataba de confiscarle la videoconsola. «Es un problema que está destruyendo la vida de nuestra niña y alguien tiene que intervenir para que no se convierta en una epidemia», afirma la progenitora de la menor.

Recientemente, la adicción a los videojuegos ha sido catalogada como un trastorno de la conducta por la Organización Mundial de la Salud (OMS). El papel de los padres resulta fundamental para evitar tal fin, supervisando y limitando el tiempo de uso para tratar de impedir que, en algunas circunstancias, se llegue a una situación de «enganche». «No hay videojuego que cree adicción, sino personas que se enganchan a ellos», apunta Jorge Flores, fundador y director de PantallasAmigas.

Estímulos, retos, recompensas…, son factores que satisfacen a los niños, haciéndoles que encuentren motivaciones en el videojuego que no son capaces de tener en su entorno. «Eso hace que absorba su tiempo, por ello los padres deben hacerles ver que hay otras cosas para poder hacer en el día a día», insiste Flores.

Con precaución

Desde PantallasAmigas recuerdan que los juegos forman parte de la cultura juvenil, de sus preferencias de ocio y de su capital relacional. A través de ellos, conocen a otras personas con las que juegan, colaboran o compiten, y con quienes a veces se enfadan o llegan a tener problemas si no son conscientes del alcance de sus acciones. «Es importante que los padres supervisen las opciones de comunicación, que vean el contenido y comprueben los valores que transmite», comenta Jorge Flores.

Con el fin de recomendar a las familias cómo afrontar los retos que los videojuegos representan, PantallasAmigas y Movistar han lanzado un decálogo con consejos sencillos para la elección adecuada. También existe otra herramienta para prevenir el uso abusivo como son los sistemas de control parental, incorporados en las propias consolas. Así se podrá controlar el tiempo de juego y bloquear el acceso a determinadas páginas webs.

Diez consejos para una buena elección

1. Informarse bien acerca del videojuego antes de comprarlo o descargarlo.

2. Elegir videojuegos que estimulen la creatividad o fomenten la lectura.

3. Seleccionar party games para jugar en familia o juegos colaborativos y ¡participar!

4. Prestar atención a gastos inesperados en videojuegos tipo «freemium».

5. Evitar que lo gratuito sea el factor principal porque puede existir malware en juegos de dudosa procedencia.

6. Descartar juegos que tengan un componente social online si no se va a poder hacer una supervisión adecuada por parte de un adulto.

7. Ignorar juegos gratuitos no contrastados que exijan ceder datos personales o conectar con redes sociales.

8. Procurar emplear una pantalla amplia, incluso una televisión y situarla en un lugar de tránsito en el hogar.

9. Dedicar tiempo a escuchar y ver cómo reaccionan mientras juegan.

10. Cuidar su salud y descanso poniendo límites de uso y prestando atención a su postura o condiciones visuales. No usarlos antes de acostarse porque dificultan la conciliación del sueño.